Esos extraterrestres probablemente no podrían haber imaginado cómo ese mundo se transformaría más tarde gracias a la aparición de las plantas con flores y cómo se llenaría de color, de libadores de néctar y de recolectores de polen. No hubiesen podido probablemente predecir la aparición de las mariposas, de las abejas, de las frutas o de la maravillosa belleza de las orquídeas y sus increíbles relaciones con los insectos. No hubiesen podido sospechar el sabor de las manzanas, el de las fresas, el de las cerezas o el de los tomates. Tampoco habrían concebido la fragancia de las flores del almendro, la rapidez del vuelo del colibrí, la grácil flotabilidad de las semillas del diente de león, ni los versos sobre la belleza de una rosa. Y tampoco hubiesen imaginado cómo las gramíneas posibilitaron mucho más tarde la aparición de la agricultura de excedentes alimentarios y la consiguiente instauración de los impuestos y del estado.
En el fondo, todas las civilizaciones, imperios y conquistas de la humanidad tienen su origen en la aparición remota de una planta que logró crear flores por primera vez. Acontecimiento que cambió la faz de la Tierra para siempre. Sobrecoge pensar en las otras posibilidad del devenir evolutivo que no fueron escogidas por el hilo de la historia de vida y que no podemos ni imaginar. Así que si aparece una noticia sobre el descubrimiento de un fósil de una planta con flores conviene pensar en todo esto a la hora de prejuzgar su importancia. Hay cerca de 250.000 especies de angiospermas conocidas en la actualidad, pero su historia evolutiva es poco conocida, sobre todo si nos adentramos mucho en el Cretácico.
Ahora, paleontólogos chinos y norteamericanos han descubierto un fósil bellamente conservado correspondiente a una especie emparentada con las actuales plantas con flores o angiospermas. El ejemplar tiene un edad de 125 millones de años y tiene ya un notable desarrollo estructural, algo que ha hecho replantease un origen más temprano de las eudicotiledóneas y quizás del origen de las propias angiospermas. Las eudicotiledóneas (o Eudicotyledoneae), término introducido en 1991 para designar las "verdaderas" dicotiledoneas, comprenden actualmente al 75% de todas las angiospermas. El fósil recientemente descubierto constituye es el más antiguo y completo ejemplar que se tiene de eudicotiledónea hasta el momento. Se le ha denominado Leefructus mirus. Su edad ha sido determinada gracias al análisis isotópico de argón 40/39 y al uranio/plomo de las rocas circundantes.
El espécimen, de 15 cm de alto, muestra una porción superior de una planta madura, y consiste en una rama simple con cinco hojas, un brote vegetativo y una flor desarrollada completamente. Las hojas muestran nervaduras y la flor cinco pétalos.
Esta especie abre nuevas modos de pensar acerca de la evolución de algunas de las primeras plantas con flores. Gracias a este y a otros hallazgos, los investigadores han empezado a comprender el hecho de la radiación de las plantas con flores, evento que se dio hace 111 millones de años y que tanto intrigó a Darwin en su momento. Se cree ahora que este hecho empezó a fraguarse 10 o 15 millones de años antes con una lenta diversificación de muchas familias de eudicotiledóneas.
Los investigadores especulan que quizás la flor de Leefructus estaba pensada para atraer a los polinizadores. Como en esos tiempos no había todavía abejas quizás se tratara de escarabajos o de extintas polillas o mecópteros (orden de insectos neópteros, o "moscas escorpión").
El ejemplar fue encontrado en la formación Yixian, en el noreste de China, y es parte de la biota Jehol. Esta comunidad ha sido estudiada extensamente debido a la presencia de fósiles únicos de plantas y animales. Entre los hallazgos figuran las plumas de dinosaurios y restos de las primeras aves y mamíferos. Pese a la gran presencia de animales no se sabía muy bien qué es lo que comían. Este ejemplar es el primero correspondiente a una eudicotiledónea en ser encontrado allí y es una de las cinco angiospermas encontradas de la biota de Jehol. El fósil fue hallado en lo que fue el lecho cubierto de cenizas volcánicas de un antiguo lago. Estas circunstancias seguramente permitieron su conservación hasta nuestros días. Probablemente el ejemplar vivía cerca de las orillas húmedas del lago y una de las ramas cayó al lago, siendo cubierta por los sedimentos y privada del oxígeno que permite la descomposición.
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